Hoy me tomo un momento para recordar, porque hay recuerdos de la infancia que pueden permanecer durante toda la vida, y gustos que también.
Me gusta la brisa sobre los árboles, y el ruido que hace al viento el sauce llorón... como si fueran olas rompiéndose.
Me gusta la brisa sobre los árboles, y el ruido que hace al viento el sauce llorón... como si fueran olas rompiéndose.
Me gusta la cerámica de una tetera de un blanco
puro con un mini craquelé que descubre su mayoría de edad.
Me gusta el
almacenaje de las cocinas tapado con cortinas de tela, tan molestas cuando
su sujeción no deja que la tela se mueva, aunque no sienta ni el mínimo impulso de desear un mueble con
puertas y bisagras.
La felicidad es sencilla cuando todo se reduce al valor de unos labios
sonrientes que encuentran en los detalles más naturales la razón de su
existencia.